No empieces
El bullicio de la cafetería combinaba con las altas paredes pintadas de blanco y la barra de color madera llena de cafés y bebidas a medio terminar. Era una estancia bien iluminada y decorada con numerosas plantas que te invitaban a escuchar a los pájaros entre la jauría de voces. Los camareros, casi incapaces de llevar la orden a la mesa antes de que el siguiente cliente los llamase con un ademán, corrían con una sonrisa evitando romper la armonía que había convertido su café en una de los más populares de la zona. Aun así, no era la decoración ni la eficacia de los camareros lo que había vuelto ese lugar tan especial, sino el café. Aquellos que lo habían probado aseguraban que al notar como el aroma acariciaba su nariz, sus pupilas se dilataban de golpe, casi como si sus sentidos rogasen que decidieran llevan esa bebida idílica a sus labios otra vez. Era ese mismo sentimiento compartido entre los presentes, lo que creaba ese halo de satisfacción y esperanza. Pero había algo que desentonaba con ese aura, algo que sólo aquellos más atentos podrían notar entre el continuo ajetreo del café. Había alguien en la sala que no amaba el café, y su respiración desganada abofeteaba los oídos de los habituales en aquel lugar.
Era una mujer sentada sola en una pequeña mesa redonda. Tenía la mirada perdida cerca de una ventana, en una esquina alejada de la multitud, casi como si rechazase la áurea que envolvía al café. Ella no debía estar ahí, y era consciente de ello. Tenía el móvil sobre la mesa con la pantalla apagada y al lado, intacto, estaba el café que le habían servido hacía una hora. Los camareros le habían preguntado si el café estaba a su gusto; ella, con una sonrisa vacía, les había respondido algo que los había dejado pasmados.
—No me gusta el café —se limitó a decir.
—¿Quiere alguna otra cosa? —dijo el camarero apretando sus labios hasta convertirlos en una fina línea. Temía manchar la reputación intachable de la cafetería.
—Oh, no —dijo ella mientras su voz iba perdiendo fuerza hasta transformarse en un susurro—, así está bien.
La mujer volvió a su anterior estado, mirando a través de la ventana, sin fijar sus ojos en ninguna parte. ¿Su nombre? Nadie lo sabe, nadie la escuchó pronunciarlo ni nadie vino a verla. En las dos horas que estuvo sentada en el café, estuvo sola, con la mirada perdida a través de la ventana y el móvil encima de la mesa con la pantalla apagada. A veces, si eras un poco observador, podías ver como sus labios se movían repitiendo siempre las mismas dos palabras.
«No empieces».
Nadie le da a esas palabras la importancia que se merecen. Son, si, sólo dos palabras, pero con un gran poder. ¿Alguna vez alguien se paró a pensar en que quiere decir uno cuando las usa? Suelen usarse para intentar ganar una discusión que todavía no se ha desenvuelto, incluso para ganar una discusión que tal vez nunca llegaría a producirse. Es un mecanismo de defensa, un mecanismo de defensa cruel y desollador. Porque cuando usas esas dos palabras, tan terriblemente subestimadas, lo haces aplastando y destruyendo los sentimientos y pensamientos de la persona con la que estás hablando. Con ese “no empieces”, desprecias las opiniones de tu contrincante, tachándolas de meras tonterías y rabietas dignas de un niño de tres años que siquiera es capaz de ir al baño sin que se lo digan. No le das la oportunidad de defenderse porque con esas dos palabras consideras que no vale la pena escuchar tal defensa. “No empieces con tus tonterías”, “no empieces con tus locuras”, “ no empieces porque me molestas”, “no empieces porque no tengo tiempo”. Al final, sólo se resume a:
«No empieces».
Después de dos horas, la mujer se fue. Con tranquilidad se levantó, recogió su móvil, pagó el café dejando una buena propina y salió por la puerta.
El café seguía intacto.
Hola Noah, he llegado aquí desde MGE. Me ha encantado tu relato. Es tan elegantemente misterioso! Tienes una prosa muy limpia y fácil de leer (fluye). Me encantó también la reflexión del "no empieces". Tienes toda la razón.
ResponderEliminarCristina.
Muchas gracias Cristina. Hacía mucho que no entraba aquí (como fácilmente se puede ver por la fecha), pero agradezco tu comentario de corazón.
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